viernes, 6 de febrero de 2015

Amar sin ser correspondido y otras formas de ser masoquista.

Todo el mundo ha pasado por ese momento en la vida en el que quieres a alguien mucho y ella a ti no. Hoy día sé que no estaba enamorada, la verdad, sé lo que es el amor ahora y no era eso. Ni por asomo. No lo digo por dolida o porque es el pasado, sinceramente, eso era simplemente querer, pero amar se le quedaba grande.

Leer todos estos relatos me ha hecho pensar en fotos que lo congelen, que lo reflejen, me ha hecho querer pasar mis relatos, al menos lo más importantes, al instante de la fotografía. Proyecto nuevo solo con leer y la verdad que me encanta la idea de poder mostrar todo un sentimiento en una imagen junto a su historia escrita.

Sé que más de una persona se sentirá así en estos momentos y espero que os gusten estos relatos que podéis ver en las entradas anteriores sobre amar sin ser correspondido.

El título es genial, y hoy día estoy muy orgullosa de todos y cada uno de ellos.



31/01/14

Siempre te das cuenta de algo después de mucho tiempo. Y eso es lo que me ha pasado a mi. Ahora entiendo muchas cosas y para que lo entendais os dejo un relato que intenta reflejarlo. Mirad dentro de vosotros y si hay miedos destruidlos.

Será lo mejor que hagais.

 Nuestra protagonista de siempre se ha dado cuenta y ha tomado una decisión.






     Entre sus brazos, cansada, desnuda y un poco temblorosa cierro los ojos.

   
     Cierro los ojos para disfrutar el momento y ahogarme en paz durante un segundo.


 -    ¿Qué haces? – me pregunta mi subconsciente.

     
      Yo lo miro a los ojos. Lo miro a esos ojos profundos y marrones para detenerme a observarlo en su conjunto y encontrarme con mi reflejo.


     Mi reflejo. Yo misma me miro a los ojos y me analizo. Pero ella es diferente. Se le siente diferente. Esa postura recta y con la mandíbula hacia arriba. Ella no se detiene ante nadie y no tiene miedo a nada. Es segura de sí misma a niveles que me fascinan. Solo por su mirada se puede ver su fuerza, notar su presencia… se hace ver. Se hace mirar y no por guapa sino por su confianza. No duda de nada y lo tiene seguro todo.


-          Nada – logro contestarle. Me había quedado alucinada por su inquisición y presencia.

-          Te equivocas – su seguridad te hace sentir que lo sabe todo y que es la persona en la que puedo confiar.

-          ¿Por qué? – le pregunto.

-          Te haces daño y no quieres verlo.

-          ¿Por acostarme con un chico que me gusta? – pongo los ojos en blanco y resoplo.

-          No por eso, sino porque lo amas y no quieres verlo.

-          Yo no le…

-          A mí no me puedes mentir. Soy tu pensamiento libre de miedo. Soy la sinceridad más pura que llevas dentro.

-          ¿Y qué hay de malo?

-          Todo  - su rostro pasa a ser dulce. De algún modo sé que está teniendo paciencia conmigo – sabes que lo quieres y que él no te corresponde.

-          Lo sé  - todavía estoy impresionada de la capacidad que tiene para cambiar su actitud. Es dura pero a la vez la más cálida de las personas cuando ella quiere mostrar esa faceta suya. Sólo cuando ella quiere. Nadie la controla, y ese cambio hace valorarlo.


     Cuando ella entrega su cariño lo hace porque quiere dártelo a ti. Te hace sentir especial por tener algo tan puro.


-          Sé por qué lo haces. No puedes vivir sin un problema.

-          No te entiendo – estoy un poco confundida.

-          Llevas toda la vida teniendo problemas y pasándolo mal. En cuanto no es así te ahoga el miedo. No crees que lo bueno pase porque te lo merezcas. Las cosas buenas las ves como anzuelos que la vida te pone para cazarte y cuando has caído en la trampa volver a hacértelo pasar mal.


     Silencio. No tengo nada que decir. La verdad es tan dura que un nudo nace en mi garganta y amenaza con ahogarme. Es tan cierto que duele, pesa tanto como una mano agarrando mi pecho. Cada cosa buena se me ha arrebatado tan crudamente que no las he podido ni saborear. Ha llegado un momento en el que veo real la desgracia y ficticia la felicidad. Sé que no puedo atarme a esos miedos y que condicionen mis acciones y mi vida pero… cuando uno solo ha visto dolor el resto de sensaciones parecen de cuento.


-          Sólo te encuentras segura ante el dolor – continúa – no quieres que te vuelvan a hacer daño. Lo entiendo hasta cierto punto – se me acerca. Sabe que está dando en plena herida  – pero no puedo dejar que sigas marcando todo en base a esas reglas.

-          Lo sé – consigo decir.

-          ¿Por qué no te quieres? ¿Por qué no te valoras? No has tenido la culpa de nada y aun así no te perdonas por errores que han cometido otros.

-          Es fácil decirlo para ti que eres tan…

-          ¿Tan qué por dios? No te das cuenta de que soy tu conciencia. Esto – dice mientras se señala a sí misma – es todo lo que llevas dentro y lucha por salir. Lo que sabes que tienes dentro pero haces como si no existiera. Ya basta. ¿Por qué todo el mundo puede decirte lo que vales y saben que te mereces lo mejor en la vida y a las mejores de las personas y tú no te lo crees? Gente que te conoce y quiere te lo dicen y lo saben mejor que tú. Y eso es porque crees que no te lo mereces.  No te da pena que los demás sepan mejor lo que te mereces y lo deseen cada día y tú no.


     Lloro. Ya no puedo más. Tantas veces me lo dicen y me lo repiten. Hablan de mis cualidades y de cómo soy con ellos y yo los miro como si estuvieran locos. Y ahora me encuentro amando a alguien que se que, en cuanto me marche llamará a otra y así cada día. Que mientras yo le toco el pelo el habla con otras tantas. Y yo lo sé y lo asumo. Pero dentro de mi hay algo masoquista que me hace verlo como lo mejor que puedo tener.

     Que es lo mejor a lo que puedo aspirar. Que es el único contacto que puedo poseer. No creo merecer algo mejor. Lágrimas salen sin consuelo como si algo se rompiera dentro. Todas esas mentiras tejidas se deshacen para dejar ver eso que tanto llevo guardando y que no quiero dar. Mi corazón.

Tenéis que entenderme. Cuando te hacen sentir que todo lo que tienes es de otros. Tus logros y esfuerzos, tu trabajo, tu sudor, tu dedicación… todo te lo quitan y te escupen a la cara “TODO LO QUE TIENES ES MIO” llega un momento en el que te lo crees. Sobre todo si así ha sido siempre y te lo han dicho las personas que se suponen son tus pilares.

     Pero lo que no podía creer es que llevará toda la vida sin dar para que nadie tuviese nada mío y se repitiera el mismo dolor. Lloro sin consuelo por haber dejado que eso me afectase y por no dar todo lo que quiero dar por miedo. Sin verlo he construido una armadura tan dura que ni yo podía abrir, por no decir que ni la había visto del proceso tan lento en el que se ha formado.

-          Cariño la vida es así, dolor, pero no puedes estar sin darle nada a nadie. Ahora en esta cama lo sabes. Lo amas y el no siente nada por ti. NADA – me acaricia el pelo.

-          Pero yo…

-          No te digo que lo dejes. Se su amiga, aprende a verlo como un juego, aprende a ser más fuerte y aprende a sacar tu también tajada. Aprende a ser cariñosa cuando quieras y a provocar. Aprende con él porque te hará segura de ti misma.

     Le digo que si con la cabeza. Estoy de acuerdo con ella. Voy a verlo como un aprendizaje. Pero si ella se ve tan segura y confiada y es mi reflejo definitivamente esto se ha acabado. Se ha acabado. Algo dentro de mí se rompe. Noto mi pecho más ligero. Los cambios no son fáciles pero este será definitivo.

-          Mírame porque esta eres tú – me dice – cuando dejes tus miedos atrás. Deja de amar sin ser correspondida. Deja de quererlo y míralo como él te mira a ti. Un mero entretenimiento. Algo pasajero.

-          Cuando se acabe se acabará – le digo. Eso siempre lo he sabido y nunca lo he dudado.

-          Si estoy aquí es porque lo sabías y ya te habías cansado de todo esto antes de ser consciente de ello.

-          Debo reconocer que tienes razón.

-          Lo dejo en tus manos. Recuerda que todo lo llevas dentro. Todo.



      Abro los ojos. Miro al techo de la habitación y vuelvo a ser consciente de lo que me rodea. Ahora entendía ese “click” que te daba en la mente cuando tenías que darte cuenta de algo por ti misma. Yo sola me había dado cuenta de todo lo que estaba haciendo y lo que lo originaba. Era tan triste que no lo creía.


      Suspiro. Era tan estúpido. Tenía miedo a que me hicieran daño cuando ya me lo han hecho hasta lo insaciable. Tengo miedo a pasar por lo mismo cuando tengo la prueba de que he sobrevivido a cada uno de los sufrimientos. Llevaba toda la vida reponiéndome del dolor y tenía miedo de no reponerme. Esto era un toque mental en el que te dices “espabila tonta”.


     Me giro y lo miro.


     Descansa boca arriba respirando despacio. Su pecho sube y baja.


     Si no me corresponde tengo que mirar de otra forma las cosas, darle otra perspectiva.


     Pero lo que tenía claro era que no iba a limitarme ni castrarme más. Subo la mano y le acaricio el pelo. Le encanta que le toque el pelo. Abre los ojos y me mira. Son esos ojos claros lo que me han hecho darme cuenta de todo y lo que me hacen aprender.


     A aprender a ser segura y confiada.

     
     A disfrutar.


     A disfrutar de dejarme llevar…

    
     … sin miedos.

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