domingo, 26 de julio de 2015

Es curioso

Dale al play y sigue leyendo. Dejate llevar por la historia. 










Es curiosa la cara que se nos queda cuando al final de una película aparece la frase “basada en hecho reales”.


Nos hemos pasado toda la película pensando que era genial pero ficción, puedes disfrutarla sin miedo porque es algo irreal, te dejas llevar durante toda la trama… hasta que esa frase te frena en seco, te corta el cuerpo.


A todo lo que has visto en la película comienzas a darle otro significado y a mirarlo desde otro punto de vista, uno totalmente distinto.


La energía que te envolvía durante la narración se rompe solo con una frase, era una película totalmente diferente antes y después de esas palabras.


Esta comparación es ideal para contar la historia de nuestra chica.


Ella nunca había tenido novio, de hecho todas las relaciones anteriores nunca habían llegado a formalizarse de ese modo. Ella quería querer, aunque no sabía, ella quería cuidar, aunque no sabía, ella quería ponerle todas sus ganas.


Él apareció en su vida pisando fuerte, como un terremoto, sabes que viene pero nunca la magnitud con la que arrasará tu vida.


Ella era insegura, quería querer bien, no quería un amor insano y doloroso. Eso era lo único que tenía claro. 

No quería repetir las relaciones nocivas que la habían rodeado sin ella pedirlo ni buscarlo.


Ella se enamoró, y no de un ideal, se enamoró de él, de sus imperfecciones, de sus tonterías, de sus fallos, de sus defectos. Se enamoró incluso de todo lo que él odiaba de sí mismo. No buscaba cambiarlo, solo ayudarlo a que él mejorase por iniciativa propia.


Él la quería mucho, al menos era lo que ella sentía. La hacía sentir protegida, tranquila, con apetito, todo el día le dibujaba una sonrisa en la cara. La hacía reír, se llevaban bien, eran amigos en cierto modo. Él la cuidaba como no lo habían hecho, cada gesto de cariño hacia ella la impulsaba a ser mejor, a corregir más fallos.


Pero como todo tiene un final, ella comenzó a sentir el desenlace. Todo empezó a cambiar.


Sobre todo él.


Ella se sentía fuera de lugar, incómoda, insegura, algo no iba bien. Y sabía que la respuesta la tenía él y no quería decírselo. Se lo estaba guardando, y ella no podía acceder si él no quería.


La ruptura llego por él y de una forma que ella no esperaba. Sentía que todo se acababa, como cuando una película de amor está terminando y tú no quieres despedirte porque su historia te tenía enganchada, como un buen libro.


Ella pasó los días triste, mal, apagada, sin creer lo que perdía. Ella sentía que debía dejar ir una de las mejores cosas que le había pasado, acostumbrada a alejar personas tóxicas, esto era duro para ella.


Algunos ratos ganaban los buenos recuerdos, otros los malos. Una batalla constante se producía dentro de ella y cada segundo ella quería detenerla sin saber cómo.


No se cuidó, perdió peso, cayó enferma. La batalla la estaba consumiendo y ella era la que estaba en medio. Decidió hacer lo único que sabía hacer.


Escribir.


Escribir sobre sus sentimientos, sobre lo bueno, cómo era dejarlo ir, los últimos momentos de la relación, la forma en la que estaba mirando las cosas y el modo en el que le gustaría acabar.


Ella se otorgo espacio, un desahogo infinito. En cuanto puso el último punto al relato quedó en paz, la contienda interna había desaparecido.


Todo el barro que le impedía continuar y el humo que le llenaba los pulmones y no la dejaba respirar se había esfumado.


Suspiró y pudo sentir como el pecho se llenaba de nuevo. Había cerrado un capítulo.


Pero estas letras fueron para nuestra protagonista su “basado en hecho reales”. Esas letras rompieron todo lo que ella había creído conocer, sentido y amado.


 Él reaccionó ante esos sentimientos que ella había dado forma  de un modo que ella nunca esperó. Lo que ella había conocido se esfumó en un segundo, en el segundo en el que él volcó toda su ira hacia ella.


Toda.


Ella es consciente de que no lo ha hecho todo bien, ella se equivoca como todo el mundo, igual que entendía que él lo hiciese lo mejor que pudo, aunque eso le costase asumir. Ella estaba aprendiendo y sabe que cometer errores está dentro del contrato.


Pero el daño gratuito es lo que ella no soporta. Él tenía derecho a todo, enfadarse, insultar, hacer daño, a ser frío, distante… le hacía sentir que ella no tenía derecho a nada.


No tenía derecho a escribir, a desahogarse, a superarlo, a tener amigos.


Ella sentía que todo lo que ella le había dado durante meses se lo estaba echando en la cara con asco. Una de las cosas que ella sentía y contra lo que luchaba era el sentimiento de encontrarse sola. Sin nadie. Cada día.


Ahora, él tenía como argumento favorito “estás sola y no tienes a nadie”.


Ella no podía más. Lo suyo estaba superado desde hace tiempo. Ya recibía en los brazos de otro chico ese cariño íntimo entre sus sábanas. Esas manos habían hecho que ella se diera cuenta de lo poco que merecía la pena seguir pensando en él. Ella ya sentía que quería conocer, arriesgarse.


Ella estaba libre, reía como nunca, jugaba y nada le importaba. Pero él solo aparecía en su vida de forma intermitente y siempre con malas intenciones.


De repente la persona que para ella había sido buena era otra totalmente distinta. Alguien falso, mentiroso, que no le importa hacer daño si eso le hace sentir mejor. Él le recordaba a su padre, que tan  mal se lo había hecho pasar, controlador e intolerante.


Ella seguía sin entender nada. Solo le quedaba repetir las palabras que quería recordar. “Ha sido bueno conmigo”…


Pero eso había sido ficción. Una buena persona siempre es buena persona, al menos lo intenta. La realidad le había caído desde arriba y había parado en sus pies con un golpe seco.


Él había sido algo diferente para conservar algo que le interesaba. Los lazos se cortan mientras ella lo bloquea de su teléfono.


Literalmente no puede más.


Él le quiere arrebatar todo lo bueno que le pasa con sus miedo y sus odios infundados.


Ella sabe que no ha hecho las cosas bien pero que todo lo que él hace no tiene justificación alguna.


Algo que le dolía dejar se ha vuelto fácil y sencillo de alejar. Ella no sabía cómo dejar ir algo bueno, no sabía resignarse a perder algo que la había hecho feliz.


Pero él se lo ha puesto fácil, ella tiene mucha práctica alejando a las personas  tóxicas de su alrededor. La decisión es sencilla.


Debe asumir que esa persona no le aporta nada. Y como a cualquier persona dañina, debe guardar lo bueno que ha pasado pero sin que esos recuerdos le hagan creer que esa persona sigue mereciendo la pena.


Ella no sabe que provoca esa actitud en él, solo siente que un fotograma final ha cambiado todo lo que ha vivido.


Porque es curioso como unas pocas palabras pueden hacer que todo lo que creías que habías visto y sentido de un modo precioso y romántico pasase de la ficción a la realidad.


Como las personas cambian antes situaciones que son nuevas  y les dan pavor.


Como alguien que creías conocer en un segundo se vuelve un completo desconocido.


Como el amor se convierto en odio y esa persona que te había amado tanto puede convertirse en un arma de doble filo dispuesta a hacerte daño si eso le supone beneficio.


Como se vuelve a exponer el corazón para que uno se sienta vivo, porque solo el peligro a sufrir es lo que impulsa los latidos y bombea la sangre.


Es curioso cómo me voy dando cuenta mientras escribo este relato de que es una gran gilipollez llamarla ella cuando hablo de mí.


Es curioso cómo, de repente, siento que soy libre y que todo me da igual.